Jueves 8:30 a.m.

Como todos los dĂ­as iniciaba mi rutina a las 5 a. m. Con un suspiro y diez palabras motivacionales.

Con la brisa y el viento en contra, aprendí a taparme con el frío de tu ausencia, mientras acomodaba la casa de mis sueños.

De 6:30 a 7:00 me dedicaba a perder tiempo indicándole al perro como ser el guardián y no aferrarse a la mirada de una chihuahua.

Con una sonrisa en la cara y con el corazón en la mano comenzaba a preparar café, aunque hayas hurtado los ojos de mi alma podía verte sentado con la mirada fija en el periódico.

A las 8:30 a. m. Con 4 tazas de café, los pensamientos más revueltos, y el Viernes pisándome los talones, decidí huir al jardín más cercano, muy lleno de vida y con unas flores celestes que reflejaban paz, me dí cuenta que estaba viva, que las lágrimas eran de libertad y no de tristeza, que el lamento era por el tiempo perdido, y que la soledad siempre había estado conmigo, aún cuando tú querías ocupar su lugar.

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